«RECORDAR: Del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón.»
«El libro de los abrazos»
Eduardo Galeano (2009)
A lo largo de la historia nacional, la Política Energética Argentina osciló entre favorecer la producción nacional o el manejo de los recursos energéticos por grandes empresas extranjeras. La realización de obras productoras de energía como las centrales hidroeléctricas y atómicas, así como la prospección y desarrollo petrolífero y gasífero, devienen del Plan Energético Nacional, que encuentra su punto de partida en la década de los años 50, concluyendo casi medio siglo de discusiones políticas previas.
Podríamos decir que el debate político sobre los recursos energéticos comienza en diciembre de 1907, cuando se descubre el yacimiento de petróleo de Comodoro Rivadavia. El actual presidente Figueroa Alcorta solicita al Congreso de la Nación la nacionalización de la fuente petrolera. El Congreso niega el pedido aduciendo que “el Estado no debe ni puede ser empresario” favoreciendo a las empresas privadas, hecho que vuelve a repetirse en 1990 y que lleva a la privatización de la producción y distribución energética. El Estado de todas formas continúa buscando petróleo en el país.
Es por ello que en 1910, con Roque Sáenz Peña como presidente argentino, se solicita al Congreso autorización para hacer un gasto de dos millones de pesos en perforaciones petroleras en un plazo de un año ya que “debía recuperarse en lo posible el tiempo perdido desde el descubrimiento del petróleo”. Tres años después vuelven a solicitarse mayores fondos para iniciar una explotación a gran escala.
Entre 1914 y 1919 se quintuplica la producción petrolera nacional. Por ello la Compañía Transatlántica de Electricidad contrata 3000 toneladas mensuales de petróleo patagónico. Mientras tanto, el Congreso continúa evaluando el solicitado Código de Minería.
En 1920 se podría afirmar que comienza la política nacional energética cuando el Coronel Mosconi inicia una campaña para que se dicte la Ley Nacional del Petróleo. Dos años después, se crea Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) como empresa independiente y cinco años después comienza a tratarse la Ley del Petróleo.
Pese a los dos años de pedidos del presidente Hipólito Yrigoyen al Senado de la Nación sobre la promulgación de la Ley, termina archivada y sin tratamiento.
En 1930, luego de destituir al presidente Yrigoyen y encarcelar al coronel Mosconi, actores claves en el pedido de estatización del recurso petrolífero, el país abre sus puertas a grandes empresas para que manejen el mercado de combustible.
Recién a principios de la década del 50, durante la presidencia de Domingo Perón, se reactiva la discusión entre la tendencia nacionalista y privatizadora.
Promediando la década, el sistema energético dependía fundamentalmente del petróleo, que era importado en su mayoría.
La matriz energética se conformaba por un destacado 76 % de recurso petrolífero, 7,5% de carbón, 5% gas e hidroelectricidad y un no despreciable 11.5% de combustibles vegetales, que se usaban principalmente en áreas rurales del país. El yacimiento de carbón de Río Turbio inició sus actividades en 1941 por Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) hasta que en 1958 se crea la empresa estatal Yacimientos Carboníferos Fiscales (YCF), que explotó el recurso hasta su privatización en 1994. Hasta este momento la producción se destinaba al abastecimiento de las centrales termoeléctricas localizadas en Buenos Aires.
Entre los años 50 y 60, durante el gobierno del Dr. Arturo Frondizi, se planificó una política de desarrollo de las fuentes energéticas nacionales que apuntaba a lograr un aprovechamiento integral, racional y de mejor calidad de los recursos energéticos argentinos más abundantes.
La planificación preveía el desarrollo de las fuentes de gas natural, hidroelectricidad y nuclear, que permitiría disminuir la dependencia del petróleo, eliminando las importaciones de este recurso cuyo precio internacional aumentaba continuamente.
La acción e instrumentación del Plan Energético Nacional citado (PEN)[1], se basó en un conjunto de herramientas y situaciones de contexto, entre las que pueden destacarse:
- Política de precios para los consumidores: se estableció un mecanismo de precios pactado entre la en ese entonces prestataria de gas privada (la productora de gas de YPF) y la prestataria de gas estatal (Gas del Estado) que a su vez era transportadora y distribuidora del recurso, propendiendo la penetración del combustible gasífero en la matriz energética de ese período.
- Renta petrolera: el Estado realizó la apropiación de la renta y su direccionamiento hacia el financiamiento parcial de inversiones en grandes empresas hidroeléctricas y centrales nucleares.
- Base técnica nuclear: se crea la Comisión de Energía Atómica (CNEA) que permitió el establecimiento de una base técnica que desde los años 50 llevó al dominio el ciclo del combustible nuclear, la producción de agua pesada y la capacidad de construir centrales nucleares y su posterior operación y mantenimiento.
Es así como entre los años 1960 y 1990, el consumo energético total creció más del 160%
En la década del 60 se incrementa la tendencia buscada con la implementación del Programa Energético Nacional; una disminución en el uso del petróleo (4%) y del carbón y un incremento de la utilización de gas e hidroelectricidad. Gas del Estado triplica la producción de gas y en menor medida, se propaga la construcción de centrales hidroeléctricas pequeñas y medianas en el país.
En el año 1973 el proceso de sustitución del petróleo se acelera y se diversifican las fuentes de energías alternativas o renovables, en respuesta al aumento acelerado del precio internacional del hidrocarburo, que no merma hasta 1981.
En 1974 comienza a funcionar la Central Atómica Atucha I (Zárate, Pcia. De Buenos Aires), convirtiéndose en la primera central nuclear de América Latina.
Ya en la década de los 80 puede apreciarse la fuerte disminución de la utilización de petróleo que baja a un 57.5%, marcando un 15 % de descenso en comparación con el consumo de la década anterior. La balanza energética favorece a la producción hidroeléctrica con un 70%, resultado de la puesta en marcha de dos grandes centrales: Chocón-Cerros Colorados (Neuquén) con una producción de energía prevista de 4850 GWH/Año, y Futaleufú (Chubut), con una producción de 2560GWh/año.
El incremento en la producción del gas se encuentra favorecido con la puesta en marcha del Gasoducto del Sur que va desde Tierra del Fuego a Buenos Aires y es alimentado por varios gasoductos patagónicos de Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego.
A fines de los 80, YPF descubre el yacimiento Loma de la Lata (Neuquén), situación que produce un fuerte aumento en las reservas. Ambos sucesos junto a los depósitos de gas descubiertos en el noroeste argentino permiten incrementar las reservas pasando de 200 Gm3 a 641Gm3 en 5 años.
Esta nueva conformación energética permite en 1983 suspender las importaciones de petróleo crudo.
El desarrollo energético argentino continuó ininterrumpidamente representado en el funcionamiento del yacimiento Neuquén-Loma de la Lata (YPF-Gas del Estado); la puesta en marcha de las represas de Salto Grande (Agua y Energía – Comisión mixta Argentino Uruguaya); Alicurá en Rio Negro (Hidronor); Gasoducto del Oeste que recorre parte de Neuquén, Mendoza, San Juan, Córdoba, San Luis y Santa Fe (Empresa Privada) y la Central Nuclear de Embalse Río III, Córdoba (CNEA). Debido a esto, el 63.5% de la energía eléctrica producida en el año 1985 proviene de represas hidroeléctricas y centrales nucleares.
Del año 85 al 88 se produce un estancamiento estructural por varios motivos que atraviesan el país (problemas económicos, inercia del sistema, falta de finalización de proyectos de envergadura, etc.). Esto desencadena el estancamiento o caída de actividades productivas, el sector residencial y de servicios mantiene un crecimiento relativo pero a una tasa menor que las décadas anteriores, sucesos que alteran el proceso planificado de sustitución de la fuente petrolera.
En el último año de este período (87-88) se suman problemas climáticos extremos (verano muy cálido y seco e invierno muy frío, con un período más seco todavía para el año 1989). Esta situación requirió una generación de energía superior a un 5% a la prevista en el Plan Energético Nacional.
Los problemas climáticos evidenciados en este periodo y el aumento de energía eléctrica como consecuencia de ellos, acarreó la necesidad de operar a su máxima potencia las centrales hidroeléctricas y atómicas, que atravesaron complicaciones asociadas.
El embalse del Chocón, donde casi se habían terminado las obras, no logró recomponer la reserva de agua por tratarse de un año muy seco.
Cerros Colorados disminuyó su caudal debido a la exigencia en su producción.
Alicurá comenzó a bajar su nivel de agua, llegando a niveles que impedían la operación de sus máquinas.
Al otro extremo los problemas climáticos relacionados con la Mesopotamia, complicaron el funcionamiento de Salto Grande que presentó una potencia muy baja, equivalente a una turbina.
En el mismo período Atucha I detuvo su producción por un año y medio para ser reparada.
La producción extra de gas por el ingreso del gasoducto NEUBA (Neuquén, Bahía Blanca, Buenos Aires) permitió recuperar la producción de energía necesaria para palear la seguidilla de sucesos que atravesaban el país y que continuaría unos años más, caracterizando el conflicto energético emergente.
Es así que comienzan a producirse cortes en el Sistema de Interconectado Nacional; se agravan los problemas del parque térmico debido a su falta de mantenimiento; la central Atómica de Embalse se detiene por un período prolongado debido a la inspección y mantenimiento de las maquinarias que se encontraban sobre-exigidas por el régimen intenso de uso al cual fueron sometidas; desencadenando fuertes críticas hacia las actividades asumidas por empresas estatales como YPF, Gas del Estado, SEGBA, que tiempo después serían privatizadas. Es así como algunas fuentes renovables cobran mayor valor en la matriz energética nacional.
A la diversificación de las fuentes renovables, que se inició aproximadamente en la década del 70, deben sumarse los avances alcanzados en el área solar, eólica, geotérmica, mareomotriz y biogás en los últimos treinta años.
La energía hidráulica junto con la eólica y la solar fueron las energías renovables que más desarrollo han tenido en nuestro país. La Patagonia posee un potencial eólico interesante, junto con la Costa pampeana, la Cordillera Central y Norte.
[1] Estrategias del Uso Racional de la Energía en Países en Vías de Desarrollo- Evaluación y Perspectivas, Informe Argentino, Instituto de Economía Energética. 1994.
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